sábado, 4 de octubre de 2014

Juan Bonilla, caricias y puñetazos


Hecho en falta (Poesía reunida)
Juan Bonilla
Visor. Madrid, 2014.

Juan Bonilla, que se inició como poeta allá por 1988 con el cuaderno Cuestiones personales, pronto destacó como un prosista excepcional. Autobiografismo y sátira, enciclopédica curiosidad e insólita capacidad de darle la vuelta al lugar común, caracterizan sus artículos y relatos, y despertaron la admiración generalizada desde la aparición del primero de sus libros, Veinticinco años de éxitos. El poeta pareció a muchos quedar devorado por el prosista. De hecho, ciertos poemas no eran más que la versificación de pasajes de sus novelas o de algún artículo, como él mismo señala en la nota final a El Belvedere.
            Los que pensaban así, los que pensábamos así, estábamos equivocados, como Hecho en falta, su poesía reunida, demuestra cumplidamente. No ha querido seguir el habitual criterio cronológico. Ha barajado una muestra representativa, pero ni mucho menos exhaustiva, de los textos escritos a lo largo de un cuarto de siglo y les ha dado una cierta estructura puntuando el conjunto con haikus y colocado al final un poema que parece responder al que inicia el libro, del que copia algunos versos.
            El resultado es un volumen que se puede abrir por cualquier parte seguro de que no nos vamos a encontrar, como tantas veces ocurre en los libros de poesía, con una edulcorada banalidad o con una hermética nadería.
            Los versos de Juan Bonilla tienen muy a menudo la contundencia de un buen eslogan publicitario, nos provocan una sonrisa o nos parten el alma de un puñetazo.
            A Juan Bonilla le gustan los juegos de palabras, los chistes con o sin gracia, variar una frase hecha –“La Verdad es un periódico de Murcia”, “Dios es uno y estress”, “los maiakovskis de las discogrescas”, “tarde o temprano a la rutina se le cae la t”–, pero su poesía es mucho más que ese ramonear por los alrededores de la greguería, en contra de lo que algunos pudieron pensar, o pudimos pensar, en un primer momento.
            La parodia de conocidos poemas ajenos es una de sus especialidades. “No volverás a ser joven (Ni falta que te hace)” le da la vuelta a un poema de Gil de Biedma: “Que la vida no va en serio / lo empezamos a comprender muy pronto. / Como todos los jóvenes vinimos / fundamentalmente a hacer el tonto”; “De todos y de nadie”, a otro de Juan Ramón Jiménez: “Vino primero oscura, / vestida de impotencia”.
            Las habilidades que Bonilla muestra en los poemas, casi ejercicios de taller, y que le convierten en un ingenioso poeta menor son las mismas que hacen de él un poeta mayor. Ingenio hay en “El combate del siglo”, minuciosa crónica de un combate de boxeo en el que los púgiles son la tristeza y la alegría, o en “Filosofía”, erótico repaso a la historia de la metafísica, o en “Poemas míos que otros te escribieron”, del que adivinamos el punto de partida (la frase de Ortega “todo gran poeta nos plagia”), pero eso no le resta valor, todo lo contrario; lo mismo que ocurre con los versos de Alberto Caeiro en “Epitafio del enamorado”, uno de los más breves e intensos poemas de amor que se hayan escrito nunca: merece hacerse popular y perder el nombre del autor, como quería Manuel Machado.
            Conocer el modelo de algún poema de Bonilla no lo hace desmerecer, igual que ocurre con Garcilaso o San Juan de la Cruz. Leemos “Misión a las estrellas”, ese personal recuento de lo bueno y lo malo de este mundo, y recordar el borgiano poema de los dones no disminuye nuestra sorpresa ni nuestra admiración.
            Añade interés al libro un puñado de traducciones (“poemas míos que otros escribieron” diría Bonilla), entre las que destacan las resignadas e impactantes líneas sobre el suicidio de Dorothy Parker.
            Un poeta es un gran poeta cuando es capaz de escribir media docena de poemas que nos dejan sin aliento. Juan Bonilla, en un cuarto de siglo de cultivar intermitentemente la poesía, ha escrito esa media docena y tres o cuatro más. El resto son juegos de manos, juegos de palabras (quizá por eso sus textos dan tanto juego en los talleres de literatura), que no le reprochamos en absoluto porque nos permiten recobrar el aliento y olvidar que “se vive dentro del visor del arma / de un francotirador / apostado en quién sabe qué tejado, / el dedo colocado en el gatillo”.

1 comentario:

  1. ¿ Cuantos miles de grandes poetas hay en España ? Seguro que alguno gana el Nobel, suena mucho un amigo de don Jose Luis, según William Hill ( la casa de apuestas más antigua, que da favorito a un gabacho)

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