sábado, 15 de noviembre de 2014

Martín López-Vega, hacer de cada día una obra maestra


La eterna cualquiercosa
Martín López-Vega
Valencia. Pre-Textos, 2014.

Los poetas, salvo raras excepciones, no escriben libros de poemas, sino poemas que luego se reúnen en libro. En la última recopilación de Martín López-Vega, autor de obra abundante que no gusta de anclarse a una sola tradición, hay un puñado de espléndidos poemas y algunos prescindibles experimentos.
            Comencemos por los poemas que justifican el libro, los que acreditan que la obra poética de López-Vega, iniciada en Travesías (1996), ha logrado escapar de todas las Circes que le han tentado con sus piruetas a lo largo de su ya dilatada singladura.
            Comienza La eterna cualquiercosa con un himno a la cotidianidad, a todo lo que miramos sin ver. Detrás está la lección de Alberto Caeiro y de Álvaro de Campos, del mejor Pessoa: “Es hermoso caminar solo entre la bruma / sabiéndose tantos a la vez. / Soy una conversación de inexistentes. / Soy lo que queda de una infinidad de futuros / que viven su truncada existencia dentro de mí. / Es hermoso haber elegido tantas veces: / soy un cruce de cruces de caminos”.
            A la antología viajera que López-Vega ha ido escribiendo desde su primer libro se añade ahora “Junio”, hermoso poema en que un grupo de amigos comen pescado frente a las costas de Croacia “mientras un mirlo / picoteaba una cereza / y dejaba dentro su canción”.
            La amistad tiene un lugar central en la poesía de este autor. “Yendo a casa de Xuan Bello con unas semillas que le traigo de Portugal” se titula uno de los poemas más arriesgados del libro; podía haberse quedado en una cordial banalidad, en una anécdota más o menos bien contada, pero en él está el poeta López-Vega de cuerpo entero, con esa fórmula solo suya de mezclar cotidianidad y cultura, muy concretos datos biográficos y un vislumbre sobre esa otra realidad que hay tras la realidad. En este poema, unas palabras de Lucrecio sobre la dificultad de llevar a los versos latinos los hallazgos de los griegos “a causa de la pobreza de nuestra lengua” le sirven para ponderar la capacidad de Xuan Bello de poner “en asturiano claro” la complejidad del mundo contemporáneo, y poco después alude a su mejora de la vieja receta del “bacalhau con natas”.
            Y a la par que los amigos, la familia. A la figura de su abuelo ha dedicado López-Vega algunos de sus más conmovedores poemas. En “Esfera”, el abuelo vuelve de donde no se vuelve para revelarle “cosas que solo se intuyen en el amor y en la música”. Reaparece, esta vez bajo un prisma de humor, en “Mis influencias como científico”: “Mi abuelo era un filósofo cuya obra / se resume en un tomo que consta / apenas del título: Oír, ver y callar”. Otro conmovedor (y consolador) poema familiar: “Una manzana para Margarita”. Elegía y justificación de la poesía: “Por eso escribo poemas / para sentir la salud / para encender la luz / que una y otra vez el viento de la vida apaga”. Pero el poema que yo prefiero de estos poemas familiares lleva el título de “Reunión”. Comienza con un encuentro familiar en la terraza de un restaurante, “en Asturias, / en la Toscana o en el Carso, a la sombra de manzanos, / olivos o castaños”. Tras unos demorados versos llenos de pequeños detalles exactos, descubrimos el carácter onírico, imposible, anhelado de esa reunión “en la que estamos todos para siempre / con nuestras risas que no cesarán nunca / nuestros vasos / que una mano invisible mantendrá siempre llenos / y ninguna herida, / ningún dolor / ningún remordimiento”.
            Entre las elegías a amigos y maestros que se integran en el libro, destaca “Puerta entornada”, dedicada a Seamus Heaney, otra historia de fantasmas. Y no conviene olvidar los poemas de amor. “La corriente del golfo” se titula uno de ellos y es uno de los más originales que se hayan escrito nunca. Hasta el último verso, mejor, hasta la última palabra, parece que está hablando de otra cosa, pero basta un nombre (el mismo que encontramos en la escueta dedicatoria del volumen) para darle un nuevo sentido, el verdadero, a todo: “Siempre que algo brilla / la responsable es una planta microscópica. Llámala / felicidad, llámala calma, llámala Patricia”. El otro poema de amor, “La eterna cualquiercosa”, que cierra el libro y le da título, tiene una estructura cinematográfica. Vemos desde fuera una casa rodeada de un pequeño jardín, escuchamos el canto de los pájaros, nos acercamos a la ventana, oímos a una pareja que charla en la cocina, alguien pasa en bicicleta, entrevemos el aleteo de un colibrí: “Si entrásemos, veríamos sobre la mesa del salón / una guía de aves y un libro de poemas / con un verso subrayado: Well, / not every day can be a mastepiece. / Que no sea por no intentarlo. / Que no sea por no haber puesto atención  / que no alcancemos / el árbol de la vida, / la fuente de la juventud, / la eterna cualquiercosa”.
            Cuando llegamos al final ya nos hemos olvidado de los ejercicios de taller (“Coloquio sobre Ícaro”, “Cantar de Mío Cid”), de alguna bien intencionada obviedad (“El verdadero poeta va solo. / Los que van en manada son el coro”) o de ciertas incursiones en el divagatorio fárrago. Quizá esas presuntas caídas son deliberadas, quizá estén puestas entre los poemas más intensos para permitirnos un respiro.
            Y termino subrayando un divertido poema encontrado (la relación de reparaciones en una iglesia de Braga) y las precisas referencias –el poema “Roscoe” puede servir de ejemplo– a la realidad americana en que actualmente transcurre la vida del poeta asturiano, que fue periodista y librero y ahora es profesor en la Universidad de Iowa.


3 comentarios:

  1. Cómo anima al muchacho a que se ensañe en su próxima reseña. Si es usted inteligente, notará cómo siempre trata de dejar en mal lugar a los jóvenes autores asturianos. Y es que le ofende que el talento asome en su tierra más allá de él.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Qué cosas. Y a lo mejor el anónimo ni siquiera ha leído el libro de López-Vega...

      Eliminar
  2. ¡Qué maravilla ese poema del que soy tercer encontrador! El tercer eslabón saluda a los dos aros precedentes.

    ResponderEliminar