viernes, 3 de abril de 2015

Miguel Brieva, la realidad y otros delirios

José Luis García Martín

Lo que está pasando
Miguel Brieva
Penguin Random House. Barcelona, 2015.

El humor siempre ha sido una de las mejores herramientas para conocer la realidad, para saber lo que está pasando, como se titula la primera novela de Miguel Brieva, un humorista gráfico que es algo más que un humorista gráfico.
            Miguel Brieva se inició como autor y editor de la revista Dinero (recopilada luego en un volumen) y destacó pronto por la mezcla de unos dibujos que recordaban a las imágenes publicitarias de los años cincuenta y unos textos que daban la vuelta, o ponían de vuelta y media, a los adormecedores tópicos de la ideología neocapitalista.
            Lo que está pasando o Lo que me está pasando, que de las dos formas aparece el título, adopta la forma del diario (“Diarios y delirios de un joven emperdedor” se subtitula). Se trata de una novela gráfica, pero el texto tiene tanta importancia como las imágenes. Desde el primer capítulo –ciertamente impactante– sabemos que vamos a encontrarnos con algo más que con costumbrismo y sátira. Así comienza: “He muerto. Mi cuerpo yace sin vida en la sala principal de la oficina de empleo. Sin embargo, todo transcurre con absoluta normalidad: la gente aguarda su turno, los empleados teclean en sus ordenadores, los fluorescentes del techo emiten su zumbido monocorde… Al cabo de unas horas, de mi cadáver comienzan a brotar unos filamentos luminosos que se propagan en ondulaciones por toda la estancia, pero tampoco esto parece llamar la atención de nadie”.
            Miguel Brieva es un buen lector de Kafka y el capítulo inicial de su novela –que tiene valor independiente, como todos los del libro, sin que eso impida la unidad del conjunto– podría formar parte de cualquier antología de la literatura fantástica, pero de una literatura fantástica que a la vez fuera minuciosamente realista, como toda la obra del autor de La metamorfosis.
            El segundo capítulo, tras el prólogo espectacular (técnica muy cinematográfica), comienza parodiando la escritura diarística: “Antes de nada, quisiera disculparme ante mí mismo por estar haciendo esto. Esto de escribir un diario o lo que sea. Odio este tipo de cosas. No entiendo a la gente que va por el mundo escribiendo todo el rato sobre sí misma… ¿No se aburren? ¿Qué interés le pueden encontrar?”
            Junto a Kafka, otro de los maestros de Miguel Brieva es Fernando Pessoa. Como Pessoa, ha jugado también a la invención heteronímica y uno de sus libros –que incluye poesía en línea y poesía en verso, aforismos y ocurrencias varias– se titula Obras incompletas de Marcz Doplacié.
            Aforismos de diversos autores (reales o inventados) separan los capítulos de esta peculiar novela, de este libro de humor que es algo más que un libro de humor: “Porque yo soy del tamaño de lo que veo y no de mi estatura” (Pessoa), “Los ángeles vuelan porque se toman a sí mismos a la ligera” (Chesterton), “La imaginación es libre, el hombre no” (Buñuel), “Para vivir fuera de la ley tienes que ser honrado” (Bob Dylan). Pero también muchos comienzos de capítulo no desmerecerían en cualquier recopilación aforística: “La mirada de un niño pequeño siguiendo la trayectoria de un sonajero es la misma de un astrónomo escrutando los confines del universo. Máxima curiosidad, plena atención de los sentidos, total entrega… y absoluta ignorancia de lo que en verdad acontece ante sus ojos”. En ocasiones parodia el arte de la alusión y elusión gongorinas. Así nos informa de que se dedicó a repartir propaganda por las calles: “También pasé horas y días repartiendo árboles seccionados  en formatos cuadrados y cubiertos con inscripciones”.
            Víctor Menta, el protagonista del libro, tiene treinta y dos años, ha estudiado Geología, vive solo en casa de su abuela (muerta hace un año), de vez en cuando come con sus padres, solo encuentra trabajos ocasionales (en los que dura poco), está deprimido, visita a una psicóloga (que le aconseja escribir un diario “para ordenar sus ideas”), fuma porros, participa en algunas protestas ciudadanas y recibe los palos de la policía… Pero también conoce a un hombre invisible, le acompaña un doble, habla con las plantas, no distingue bien entre el sueño y la realidad. Lo que podría quedarse en un panfleto, en un ejercicio más de denuncia y demagogia, se convierte en una caja de sorpresas que no condesciende jamás con la obviedad ni con el tedio.
           

            

1 comentario:

  1. Pinta muy bien el principio, la pena para mí es el grafismo... ¡qué elusión!

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