sábado, 21 de mayo de 2016

César Antomio Molina, el viajero enciclopédico


Todo se arregla caminando
César Antonio Molina
Destino. Barcelona, 2016.

Un título engañoso el del último libro de César Antonio Molina, Todo se arregla caminando, como engañoso resulta el de la serie en que se inserta: “Memorias de ficción”. Tampoco resulta muy precisa la contraportada, que habla de un “gran estilo intergenérico (narrativo, ensayístico, memorialístico, viajero, filosófico y siempre poético), atemporal y universal”. Ni demasiado adecuada la disposición tipográfica, que elimina la separación entre capítulos y finge una obra unitaria en prosa.
            En realidad, nos encontramos ante una nueva recopilación de los artículos viajeros que el autor, destacado gestor cultural, fue publicando en los principales diarios españoles mientras ejercía importantes cargos políticos (director del Instituto Cervantes, ministro de Cultura). Esos viajes, muchos de ellos oficiales, no fueron realizados a pie.
            Como en todas las obras misceláneas, la mejor lectura no es la lineal, de la primera a la última página. En esta clase de libros, conviene empezar por algún lugar que conozco y así podemos comparar nuestra información con la del autor. Mi lectura omienza en Ginebra, paseando por uno de mis rincones favoritos: el cementerio de Plain Palais, donde está enterrado Borges. Muy cerca se encuentra Calvino y al lado mismo de la de Borges la tumba de Crisélidis Réal, “escritora, pintora, prostituta”, según se la define en la lápida. De esta extraordinaria mujer, César Antonio Molina nos ofrece una minuciosa semblanza, con abundantes citas de sus libros. Es su procedimiento habitual. Se trata de un viajero erudito, bien informado, al que le gusta recargar de citas, a menudo poéticas, sus páginas. El mejor guía para los viajeros literarios. Del cementerio, nos trasladamos a la villa Diodati, en Cologny, donde una noche de invierno nació el monstruo de Frankestein, y luego, tras pasar por Carouge, buscamos otro cementerio, en este caso judío, donde está enterrado Albert Cohen, el autor de Bella del Señor. César Antonio Molina no tiene inconveniente en contarnos minuciosamente el argumento de la novela (más adelante nos contará alguna película). De Ginebra nos trasladamos a Montreux, tras las huellas de Nabokov. Y a continuación, de un salto, a Pompeya y Herculano. Hermosas páginas, que habrían dado solas para un libro: menos es más, una vez más.
            Todo lo ha leído, de todo se ha informado César Antonio Molina. Para el viajero literario, para el que gusta de peregrinar a los lugares de los escritores que admira, no hay mejor guía.  
            El interés decae, sin embargo, cuando condesciende con la vanidad y nos cuenta que le están esperando las autoridades a la entrada de tal museo o de tal biblioteca, que viaja para recibir un importante premio literario o que lee sus poemas en una universidad y que es muy aplaudido. El lector benévolo puede pensar que a veces habla con ironía: entra en Montreux Palace “por lo que hoy es la entrada principal y, como nadie me detiene, lo cual dice mucho de mi prestancia, semejante a la de tantos poderosos que allí se albergan, busco el ascensor y me dirijo a la sexta planta, donde sé que estaban las habitaciones del matrimonio Nabokov”.
            Al excelente guía que es César Antonio Molina, le agradeceríamos que se limitara a hablar de los lugares que visita y de los muchos libros que ha leído. Cuando se convierte en protagonista, a menudo nos hace sentirnos un tanto incómodos. En la calle Monte Esquinza, de Madrid, se fija en una muchacha que va buscando un número: “Me acompaso a su marcha y evito adelantarla. Tiene buena planta, cabellos rubios, un andar agradable, casi etéreo; estoy seguro de que su rostro no me defraudará. De pronto se para ante un portal, el número 22, entre en él y yo hago lo mismo. Sube unas escaleras y abre las puertas del ascensor, que yo también tomo. Marca un número. Yo, el superior. Es suficientemente bella para mí”. A continuación cita unos versos de Vladimir Holan: “Entramos en la cabina y estábamos allí solos los dos. / Nos miramos sin hacer otra cosa. / Dos vidas, un instante, la plenitud, la felicidad…” Eso sería lo que pensaría el exministro, pero el lector lo que se imagina es el susto de la joven cuando el hombre que la seguía en la calle se mete tras ella en el ascensor. Hoy en día a esos comportamientos, frecuentes hace un siglo, se suelen denominar acoso.
            Nos compensan las páginas dedicadas a Bolonia y a Parma, la visita al taller de Morandi, a las casas de Milosz y Szymborska en Cracovia, al rincón de Portugal en que Camilo Castelo Branco vivió su amor de perdición.
            Enamorado de la literatura, pero con un amor no enteramente correspondido, César Antonio Molina es sobre todo, y no es ello poco, un excelente periodista cultural. Unas “memorias de ficción” suponen algo más que hacerse acompañar a Roma por una hija adolescente que se aburre con las ruinas, y “un gran estilo intergenérico” no consiste en trufar la prosa de extensas citas poéticas (que, por cierto, se leerían mejor maquetadas de otra manera).
            Pero el lector disculpa la ingenua vanidad y las incursiones biográficas, ante tanta invitación a visitar, o revisitar, junto a un guía bien informado, lugares prestigiados por la literatura y el arte con los que todos hemos soñado alguna vez..

8 comentarios:

  1. Otro libro y otro autor que dentro de 50 años nadie sabrá ni que existieron.

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  2. Pagar 21 euros por la guía pedante de un escritor de octava categoría con un gusto literario más que dudoso (en una entrervista declaró que no le gustaba Proust y que Valente era uno de los poetas más grandes, no sólo del siglo XX, sino de toda la poesía en lengua española) cuando se pueden pagar 15 euros por la "Guía de lugares imaginarios" de un verdadero erudito literario como Alberto Manguel, son ganas de tirar el dinero.

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  3. ... mente divertido. Je Je.

    Por cierto ¿se puede saber qué pinta Jaime Cantizano detrás del volumen? Si fuera Paquillo Fernández todavía se entendería, pero... ¿Cantizano?

    Lo dicho, no lo pillo. ;-)

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  4. Con gente pedante, no estés ni un instante.

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  5. Este es para ti, José Luis. No face falta que lo cuelgues si no quieres

    http://julianbluff.blogspot.com.es/2016/05/influencias-e-influenza.html

    pero sí que me gustaría que te pasases y dieses tu opinión como escritor solvente y maldito. Evidentemente, en la configuración Umbertiana, figurarías dentro de los apocalípticos. Je je...

    Un abrazo!


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  6. Lo que hace Molina es repetir siempre lo consabido, y elegir siempre temas consabidos. Si uno no conoce los temas le puede resultar interesante, pero si los conoce un poco entonces te das cuenta de lo facilón del tratamiento.

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  7. Totalmente de acuerdo. Yo diría que CAM es un escritor kitch según la formulación de Susana Sontag

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